Durante décadas, la superficie de la capa de hielo de la Antártida aumentaba a pesar del calentamiento global. Sin embargo, desde 2014, ha perdido el equivalente a cuatro veces el tamaño de Francia.
Era uno de los últimos lugares que parecía desafiar las leyes del calentamiento global. Por décadas, la capa de hielo de la Antártida (Polo Sur) se expandía, asombrando a la comunidad científica. Pero desde 2014, el hielo empezó a derretirse… y a una velocidad vertiginosa, según revelan los resultados de la observación en las variaciones del hielo marino en cuarenta años, publicados en la revista científica de la Academia Americana de Ciencia (PNAS), el 1 de julio.
Tras haber alcanzado su nivel máximo hasta el momento, registrado en 2014, la banquisa –es decir el hielo que se forma en la superficie del mar– se redujo a su mínimo en 2017. Y nadie sabe qué produjo este cambio repentino de crecimiento. “En apenas tres años la Antártida perdió tanto de su hielo marino como el Ártico en cuarenta años”, constata Claire L. Parkinson, investigadora de la NASA y autora del estudio.
A glacier 1986-2017, Torres del Paine, Provincia de Última Esperanza, XII Region of Magallanes and Chilean Antarctica, Chile 🇨🇱https://t.co/NjS6O1BS8U
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Sin elementos para afirmar que la banquisa de la Antártida fue afectada por el calentamiento global
El rápido deshielo del Ártico se percibe a menudo como uno de los principales signos del calentamiento global. “La expansión de la banquisa en la Antártida en estas últimas décadas era un alivio pues compensaba un poco las pérdidas registradas en el Ártico”, asegura Andrew Shepherd, director del Centro de Observación Polar de la universidad de Leeds, entrevistado por ‘CNN’.
Pero no basta con comparar. “Los procesos en el Ártico y en la Antártida no son los mismos y no es posible comparar con facilidad ambos fenómenos”, previene Pierre Rampal, especialista en glaciología del Nansen Environmental and Remote Sensor Center, un instituto de investigación noruego, contactado por France 24.
En efecto, los cambios según las estaciones son mucho más evidentes en la Antártida, pues la capa de hielo es “al menos dos veces más delgada que la del Ártico”, le confirma a France 24 Nicolas Jourdain, especialista en la Antártida del Instituto de geo-ciencias del medioambiente del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS).
Nada permite tampoco afirmar que la banquisa de la Antártida haya sido finalmente afectada por el calentamiento global, como su prima del Polo Norte. Es aún muy pronto para saber si se trata de un simple accidente o “si estamos asistiendo a un cambio de régimen tras un largo periodo de crecimiento”, afirma Pierre Rampal. En la escala climática, estos cuatro años de reducción de la banquisa son insuficientes para sacar conclusiones significativas.
Un impacto significativo sobre el clima a nivel mundial
Los científicos siguen haciendo conjeturas para entender por qué la banquisa de la Antártida tuvo un periodo tan largo de crecimiento. “Hay múltiples factores que lo pueden haber causado –como el hueco en la capa de ozono, vientos muy fuertes y fríos que protegieron la Antártida o incluso la corriente marina El Niño– pero no sabemos si alguno ejerce una influencia más importante que los demás”, explica Pierre Rampal. Es posible entonces que uno de los elementos de este coctel que protegió la banquisa de la Antártida ya no esté haciendo efecto.
Pero aunque se estaba corroborando esa tendencia, las consecuencias del deshielo de la Antártida “a largo plazo podrían terminar siendo más significativas para el clima a nivel mundial que el deshielo del Ártico”, afirma Pierre Rampal. El hielo que se funde en este lugar del planeta contribuye a formar e influenciar las corrientes marinas de todo el mundo, que a su vez tienen un efecto directo sobre las temperaturas de la superficie.

En el Ártico, el deshielo tiene más impacto en los niveles de los océanos. ¿La razón? La banquisa del Ártico resiste por más tiempo, desalinizando el agua congelada y cuando vuelve a ser líquida es prácticamente dulce “entonces al mezclarse con el agua salada del mar, tiene un efecto sobre su nivel”, precisa Pierre Tampal. La banquisa de la Antártida se forma y se derrite, parcialmente, en cada estación, y el agua congelada permanece salada. Tras el deshielo, esta agua –más densa– desciende hacia los fondos marinos, influenciando las corrientes.
Si esta bomba que nutre los océanos llegara a verter mucha más agua a causa de un rápido deshielo, cambiaría toda la dinámica de las corrientes marinas y se acentuarían los cambios climáticos. “Pero este es un proceso que puede tardar varios siglos”, resalta Nicolas Jourdain. Mientras esperamos para saber si los hijos de nuestros nietos serán víctimas del deshielo de la Antártida, hay poblaciones que ya deben estar sintiendo sus efectos: pingüinos, ballenas e innumerables especies.
Con información de: France 24