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Entropía

El sismo que viene

Por: Bertha Alicia Galindo

Escribo estas líneas la noche de este 19 de septiembre. Es un día que ha marcado para siempre, la vida de muchas personas porque en los sismos de 1985 y 2017 mexicanas y mexicanos perdieron a un familiar, a un ser querido. Su patrimonio. Y las heridas no han sanado, las fotografías de aquel instante, parecen no desdibujarse y reconformarse. Es el trágico caso, por ejemplo, de las familias de los 19 niños que murieron sepultados por la negligencia y corrupción que permeó a la Escuela Enrique Rébsamen. Otras muchas que tanto en la Ciudad de México, como en muchos otros estados perdieron su patrimonio,  hoy, a dos años siguen sin poder empezar una nueva historia en un nuevo hogar, la reconstrucción ha sido lenta, tortuosa por la desorganización que hubo en la entrega de los apoyos y, aunque no hay denuncias concretas, por posibles actos de corrupción.

El macrosimulacro de hoy, evoca lo sucedido en 2017. No lo niego, cuando sonó la alerta sísmica se me erizó la piel y volvió a mi mente la pregunta que le he hecho a muchos científicos especializados en estructuras, en geología, en sismología ¿Estamos preparados para un sismo?

Por la zona en la que estaba durante el simulacro de ayer pude ver el miedo reflejado en los rostros de la gente y es que solamente de escuchar la alerta se desata en el inconsciente esa reacción. Otros al caminar apresurados se tropezaron al salir y no faltaron quienes, a pesar de los avisos de los días previos, creyeron que la cosa era de a de veras y tuvieron ataques de pánico.

De nuevo surge en mí la pregunta ¿Estamos preparados para un sismo?

La respuesta depende de dónde se encuentre uno. Este año, el equipo de Alcanzando el Conocimiento estuvo en Paseo de la Reforma, una zona en donde se concentra una gran cantidad de edificios de gran altura que albergan oficinas de muchas empresas. Luego de que la alarma sonó, poco a poco fueron saliendo los empleados, con orden, pero también se percibió, la indiferencia por tratarse de un simulacro. Los encargados de organizar a los grupos daban instrucciones a los contingentes para que caminaran de prisa y ubicaran la zona que les corresponde en la banqueta. En Reforma el espacio seguro es limitado y cada empresa tiene asignada una zona de la banqueta.

Finalizó el simulacro y vino la autoevaluación: para algunos el ejercicio fue bueno, los tiempos de evacuación fueron los adecuados, pero para otros el desalojo de los edificios tomó una eternidad (hablando en los tiempos de un sismo): 12 minutos. Una de las coordinadoras del simulacro en Reforma dijo a sus compañeros: “tardaron 15 minutos en desalojar el edificio, se nos vino encima”.

Terminó el simulacro que, para algunos, cortó la jornada laboral. El tiempo para el regreso a los centros de trabajo fue diferente y no fue porque el simulacro sirviera como tiempo de esparcimiento en la calle, es porque los elevadores son insuficientes para subir a todos, de forma rápida.

Es el caso de la Torre Diana, ubicada en la avenida Río Lerma. Un edificio de 30 pisos, cuya construcción terminó en 2016 y que alberga a cientos de empleados de diferentes firmas. Mientras regresaban  a su lugar de trabajo se le preguntó a uno de ellos:

  • ¿Cuánto tiempo tardaron en bajar?
  • Del piso 30, para acá (hasta la zona del Ángel de la Independencia) 15 minutos..
  • ¿Cuál es la recomendación que les han hecho en caso de un sismo?
  • Bajar, se supone que este es un edificio seguro…

Contrario a lo que ocurre en un sismo en la Torre Diana es lo que pasa en el edificio en donde se encuentra la empresa WeWork, ubicado en Paseo de la Reforma. Por una reunión acudí a estas instalaciones pocos días después del sismo de 2017. La cita era en el piso 41 de la Torre Reforma Latino, era obvia la pregunta luego del movimiento telúrico:

  • ¿Cómo les fue con el temblor?
  • ¡Horrible! Nadie podía bajar. Cuando empezó a temblar, nos reunieron a todos en la zona de los elevadores y ahí, todos, nos quedamos concentrados durante varios minutos. El edificio se movía todo. Todo mundo estaba con los nervios de punta. Sabíamos que era un edificio seguro, eso ayuda, pero el movimiento fue muy fuerte. Luego del temblor estuvimos mucho tiempo es ese pequeño espacio fue muy agobiante, esperando a que nos dieran la indicación de que podíamos bajar. Había mucha gente nerviosa, se fue la luz, hacía mucho calor. No poder salir fue una experiencia muy fea.

Dos instrucciones distintas, que atienden a dos protocolos distintos. Pero, inevitablemente viene a mi mente el caso del edificio ubicado en Medellín esquina con San Luis Potosí, en la Colonia Roma. También albergaba oficinas y no había ningún protocolo, ni comité de seguridad. Cuando ocurrió el sismo de hace dos años, todos los trabajadores lograron salir, luego del susto y de esperar en la calle un tiempo, regresaron por sus pertenencias y algunos a continuar con sus labores, 50 minutos después del sismo, el edificio se derrumbó.

Las muertes causadas por este derrumbe se atribuyen a una serie de errores porque el edificio solo había sido reforzado y pintado para poder seguir rentando sus espacios. Cumplía con las normas…si pero sólo en el papel.

Los escombros de los edificios caídos en los sismos han sacado a la luz la carencia de normas más estrictas para la construcción, luego del sismo de 85 las cosas cambiaron. Sin embargo, la voracidad inmobiliaria y la pelea por los espacios para construir y vender han dado entrada a otro mal que nos aqueja: la corrupción.

Esto quedó de manifiesto en el edificio de Álvaro Obregón 286 en donde perdieron la vida 49 personas. Este edificio no era alto, pero, para aprovechar la bonita vista al Parque España, sus dueños quitaron las columnas, eso daba una sensación de gran amplitud en cada piso. Con el sismo los techos cayeron uno sobre otro, como un sándwich. Este colapso hizo que las labores de rescate fueran muy complejas,  los techos de cada piso eran de gran espesor, sepulturas inmediatas.

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Para los familiares y amigos de las personas que perdieron la vida en este edificio la corrupción fue la causa de estas muertes. A dos años siguen pidiendo justicia y siguen recordándolos en ese sitio:

Nada se ha construido en ese predio. A finales de la administración anterior se dijo que se construiría un memorial, pero los familiares rechazaron esa idea:

Sin embargo, no pasa lo mismo en el terreno de al lado, en donde ya se construye un nuevo edificio de departamentos que va a sustituir a uno que quedó severamente dañado por el sismo:

Con el macrosimulacro se informó de las acciones y estrategias que hay en los distintos niveles de gobierno y que habrá una respuesta pronta y adecuada ante un eventual sismo. Es una buena señal; sin embargo, como lo han dicho los especialistas: hace falta una revisión y un catálogo de todas las construcciones, hace falta un nuevo reglamento de construcción y, sobre todo, hacen falta especialistas en las ciencias relacionadas con los sismos, desde ingenieros hasta sismólogos y médicos que colaboren de una forma enérgica, en una cultura de respuesta inmediata ante un sismo de gran magnitud.

¿Estamos preparados para un sismo?  Todo me dice que aún no. O por lo menos yo considero que nos falta mucho. Ayer no fue sólo un aniversario más, es el recuerdo de aquella triste estampa del caos, la negligencia, la corrupción  y la desolación de 1985 y luego de 2017.

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By  Alcanzando el Conocimiento

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