Por: Gerardo Gamba Ayala
Premio Nacional de Ciencias y Artes 2010
Ahora que ha iniciado el programa de vacunación contra SARS-CoV-2 y que cada vez se acumulan más individuos que han padecido COVID y se han curado, surge la gran incógnita de cuál será el efecto protector a mediano y largo plazo de la inmunidad conferida por la respuesta inmune. La respuesta requerirá de tiempo. Sin embargo, los reportes de algunos casos de repetición de COVID en el mismo individuo han generado preocupación. Estos casos, si bien generan cierto sensacionalismo, son en realidad muy pocos cuando se compara con la enorme cantidad de personas que han tenido COVID, se han recuperado y no se han vuelto a enfermar. Hoy en día hay más de 50 millones de personas que se han recuperado de COVID, mientras que los casos de reinfección siguen siendo anecdóticos. En este sentido me pareció interesante revisar en este editorial el resultado de dos estudios recientemente publicados en el New England Journal of Medicine (diciembre 23, 2020) y en la revista Science (6 de enero, 2021) que nos presentan lo que me parecen buenas noticias al respecto. En el primero se analiza la relación entre la presencia de anticuerpos contra SARS-Cov-2 en personal de salud y el subsecuente desarrollo de COVID. En el segundo se estudia lo que sucede con diversos marcadores inmunológicos en pacientes que tuvieron COVID.
En el primer trabajo se estudiaron a lo largo del tiempo 12,541 trabajadores de la salud en la Universidad de Oxford en donde, desde marzo 27 se ofreció a los trabajadores de cuatro hospitales de enseñanza pruebas de PCR, tanto para quien tuviera síntomas o aquellos asintomáticos, que acudieran al análisis cada dos semanas. A todos les determinaron anticuerpos contra SARS-CoV-2 cada dos meses con dos diferentes ensayos y para efecto del reporte fueron seguidos hasta el 30 de noviembre. La población se dividió en dos grupos: 11,364 sujetos que no tuvieron anticuerpos en ningún momento y 1265 que fueron positivos, que incluyen 88 que se hicieron positivos durante el seguimiento. En este grupo, 864 de los 1265 seropositivos (68 %) reportaron síntomas consistentes con COVID, lo que nos deja 401 sujetos con anticuerpos, pero que no reportan sintomatología compatible con COVID (asintomáticos). Solo 466 de los 1265 (37 %) habían tenido una PCR positiva y de estos, 262 tuvieron síntomas y 204 fueron asintomáticos.
Durante el seguimiento se observó que 223 de los 11,365 sujetos seronegativos desarrollaron en algún momento una prueba de PCR positiva para SARS-CoV-2, de los cuales 100 ocurrieron en forma asintomática y en 123 con la presencia de síntomas. En contraste, de la población seropositiva, solo dos de 1265 desarrollaron una PCR positiva y en ambos casos fue en forma asintomática. Es decir que de los sujetos sin anticuerpos el 1.9% desarrollo COVID (55% con síntomas), mientras que de los que ya tenían anticuerpos, solo el 0.1 % desarrolló COVID y fueron asintomáticos. La diferencia es claramente significativa. La población estudiada es heterogénea, lo que ayuda a extrapolar los resultados al resto de la población adulta. La mediana de edad fue de 38 años, con límites que van desde 16 hasta 86, con variedad de razas representadas y un poco cargado hacia el sexo femenino, ya que el 77% eran mujeres. La conclusión del estudio fue que con un seguimiento de alrededor de 7.5 meses, la presencia de anticuerpos contra la proteína Spike se asocia con una reducción significativa de reinfección por SARS-Cov-2, lo que sugiere que al menos con este tiempo de seguimiento, haber tenido COVID, ya sea con o sin síntomas y tener anticuerpos contra el virus protege para el desarrollo de una nueva infección.
El segundo trabajo, publicado en Science, muestra los resultados de un estudio en el que se analizó una cohorte de 188 pacientes que tuvieron COVID-19 (80 hombres y 108 mujeres), desde asintomático hasta con diversas gravedades, de los cuales el 93% no requirió hospitalización. Se obtuvo muestra de sangre para análisis del sistema inmunológico en una sola ocasión en el 73 %, entre 6 y 240 días después de iniciados los síntomas y, en el resto se obtuvieron varias muestras a lo largo del tiempo, por lo que se pudieron hacer comparaciones entre varios puntos, en algunos casos hasta ocho meses después de haber tenido la enfermedad. Se determinaron múltiples parámetros para analizar el comportamiento del sistema inmunológico y en general la conclusión del estudio es que la evidencia muestra que la memoria del sistema inmune contra el SARS-CoV-2 es perdurable en más del 95 % de los pacientes estudiados hasta 5 a 8 meses después de la infección.
Los trabajos anteriores sugieren que la inmunidad inducida por la infección por SARS-CoV-2 es estable y duradera y que la presencia de anticuerpos en el plasma contra este virus se asocia con una tasa francamente reducida de reinfección. Esto incluye a sujetos que tuvieron la enfermedad en forma asintomática. Si los datos preliminares presentados hace algunas semanas por el Instituto de Salud Pública, que sugieren que hasta el 25% de la población mexicana probablemente ya ha tenido COVID en forma asintomática, se confirman al terminar el estudio, esto sugeriría que un porcentaje considerable de la población quizá ya tenga cierto grado de inmunidad contra el virus, lo que nos pondría en una posición ventajosa para alcanzar eventualmente la inmunidad de rebaño.
Todavía falta tiempo para contestar las preguntas a más largo plazo. Como el COVID apenas lleva un año con nosotros, tenemos que esperar a que pase el tiempo para ir haciendo estudios que nos revelen el comportamiento biológico de la inmunidad inducida por el SARS-CoV-2. Sin embargo, estudios como los comentados aquí nos dan optimismo de que quizá el comportamiento de la respuesta inmune sea similar a muchas otras enfermedades virales que una vez curadas, ya no pueden volver a dar, o al menos no con la misma intensidad que la primera ocasión. Así mismo, sugieren que la efectividad de la vacuna podría extenderse a largo plazo.