San Cristóbal de las Casas, Chis.- Con la representación de la secretaria de Cultura del Gobierno de México, Alejandra Frausto, el antropólogo Diego Prieto, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), entregó, en compañía del gobernador del estado, Rutilio Escandón, y de monseñor Rodrigo Aguilar, obispo de la Diócesis de San Cristóbal, a la comunidad chiapaneca el Templo de San Nicolás Tolentino y sus bienes muebles asociados, los cuales sufrieron daños a causa de los sismos de 2017.
En el acto, el titular del INAH recordó que, a la fecha, en esta entidad se han restaurado 60 de los 119 inmuebles históricos dañados por los sismos de 2017. La entrega de este templo “confirma que contamos con el apoyo incondicional del Gobierno del Estado y, gracias a un convenio de colaboración y al respaldo de la Secretaría de Obras local, 26 de los 59 inmuebles faltantes se van a ejecutar con mayor fuerza y celeridad”.
Por su parte, el gobernador Rutilio Escandón recordó que, a un poco más de un año y medio de su gestión, se propuso impulsar el trabajo serio y responsable para alcanzar las metas en materia de reconstrucción y restauración.
“Todavía nos falta –aceptó-, pero tengan la confianza de que el gobierno es su aliado en estas acciones. Tengan confianza en que nuestro gobierno estará muy atento a que se siga avanzando en la recuperación del patrimonio cultural, puesto que es una obligación constitucional que el pueblo, sin distinciones, acceda al conocimiento y disfrute de la cultura”, afirmó.
Ambas autoridades reconocieron el invaluable apoyo del Consejo Consultivo del Centro Histórico AC, del Centro INAH Chiapas, encabezado por Juan José Solórzano, y del equipo de restauradores que llevaron a cabo los trabajos; e hicieron un llamado a seguir adelante, trabajando juntos y de manera coordinada, en la tarea y el compromiso de recuperar el vasto patrimonio histórico–religioso de este estado.
Belleza recuperada
Ubicado a espaldas de la Catedral de San Cristóbal, el Tempo de San Nicolás Tolentino presentó, a causa de los sismos de 2017, grietas en la fachada poniente y varios desprendimientos, desde la viguería hasta el descanso de la escalera, así como en la unión de la nave del templo con la sacristía y la fachada oriente. Su interior también se vio afectado en la parte baja y en la arcada del coro, y en la unión de los muros de la nave.
En su intervención se retiraron las partes dañadas, se limpiaron y se inyectaron —con soluciones de cal química y arena— las fisuras en los muros de adobe y ladrillo. En las grietas mayores se rompió la trayectoria con grapas de ladrillos con mortero a base de cal y arena, y se tejieron con el resto del muro.
En la espadaña-campanario se retiraron los pináculos y se reconstruyó con material nuevo similar al original. En el techo-cubierta y, en general, en las partes dañadas de madera se restituyeron faltantes con piezas idénticas de madera tratada; se colocaron láminas de zinc y reglas para ubicar tejas recuperadas y nuevas. De manera adicional, se restituyeron aplanados con mortero y se dio un acabado con una mezcla a base de agua, baba de nopal y cal, y pintura con pigmentos minerales.
En cuanto al acervo de bienes muebles, se identificó que el retablo barroco, probablemente del siglo XVIII, fue modificado en los años 90 del siglo pasado. Este conjunto escultórico contiene cuatro pinturas de caballete y una escultura policromada al centro.
El sismo de septiembre de 2017 agrietó la estructura central del retablo, la cual ya estaba debilitada, lo que provocó fisuras y la pérdida de fuerza de sus ensambles y uniones. A ello, se sumó que, con las lluvias posteriores, se filtró agua por el muro testero y la cubierta, lo que propició la aparición de manchas en las cornisas y el copete, así como escamaciones en su recubrimiento dorado.
Para atender estas situaciones, se realizaron dos limpiezas: una profunda, para remover suciedad y afectaciones por los escombros; y una química, para el recubrimiento dorado. Al final, se ajustó la estructura del retablo a fin de evitar la pérdida de elementos decorativos y se repusieron faltantes; la reintegración cromática se hizo con hoja de oro de 22 quilates.
El órgano tubular, construido por Francisco Torres García, en 1897, tuvo afectaciones en la sección del coro y, a causa de los escombros que cayeron sobre él, hubo desprendimientos en flautas, pedales y otros elementos. Adicionalmente, la madera estaba carcomida, por lo que se hizo necesaria una fumigación por vaporización en una cámara de aislamiento con plástico de alta densidad.
Respecto a la escultura de San Nicolás Tolentino, también llamado El Santo de la Estrella, debido a que estaba amarrada al retablo no se desplomó. Sin embargo, por la caída de escombros perdió algunos elementos como las falanges de los dedos. En esta efigie religiosa se hizo una limpieza con solventes en gel, se resanaron grietas, fisuras y faltantes con una pasta de resane, respetando los materiales originales; además se le reintegraron las falanges perdidas, por otras hechas en madera de cedro.
El escudo policromado que divide la sacristía de la nave principal es una de las decoraciones más características del inmueble. La imagen del broquel se encontraba medianamente perceptible ya que sufrió pérdidas por algunos escurrimientos. Su restauración consistió en una limpieza y en el fijado de colores al sustrato, ya que la pintura perdió adherencia. Al final se resanaron faltantes y se realizó la reintegración cromática.
Todos estos trabajos, supervisados por la restauradora María Rosa García Sauri, del Centro INAH Chiapas, y llevados a cabo por un equipo encabezado por el restaurador Jesús Iván Gómez Murillo, fueron posibles gracias a la decidida colaboración del Consejo Consultivo del Centro Histórico AC.