La política pública debe asumir que la COVID-19 está reestructurando al mundo, y es importante comprender los riesgos y vulnerabilidades que erosionan las democracias y desafían los marcos conceptuales y teóricos, afirmó Mario Luis Fuentes Alcalá, investigador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED) de la UNAM.
Recordó que la emergencia sanitaria trajo consigo una nueva realidad, y varios aspectos, que ya estaban bajo la lupa pública, se han situado en el centro de las demandas sociales, como la gobernabilidad, marginación, estabilidad social y desempleo.
En estos meses de confinamiento se han intensificado los riesgos, es decir, cuando los Estados nacionales no logran un sistema universal de protección asociado a cada etapa del ser humano.
De igual manera, las vulnerabilidades que es el proceso interdependiente de fases que van deteriorando las capacidades de los individuos, como es el caso de los desempleados, pobres o marginados.
Lo anterior se ha manifestado en decesos, contagios, los niños y jóvenes que han abandonado la escuela, inequidad en servicios básicos, violencias y desempleo, destacó el vicepresidente de la Junta de Patronos de la UNAM.
En la conferencia magistral “Riesgos y vulnerabilidad en el siglo XXI”, dentro del ciclo de conferencias “La ciudad y la pandemia: temas urbanos II”, Fuentes Alcalá añadió que cada año nacen en México 2.2 millones de personas y mueren alrededor de 700 mil.
El crecimiento poblacional anual aproximado, prosiguió, “es de 1.5 millones, esa presión la recibe la infraestructura y forma parte del proceso del colapso económico del país”.
En el evento, organizado por el Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (PUEC), enfatizó que otros riesgos que se han vivido en las dos últimas décadas son: desigualdad, discriminación y pobreza, que forman parte de un mercado en el que cada vez más se concentran las riquezas, marcando con mayor intensidad la diferencia entre los distintos sectores.
“Recientemente, el PUED estimó que producto de la COVID-19, alrededor de 16 millones de mexicanos están en pobreza, pero también genera riesgo el deterioro de la salud mental, las adicciones, los trastornos alimenticios, la depresión, que derivan en una dimensión que no se ha discutido en el país, y deben incluirse en la recuperación y construcción de una nueva dimensión social”, dijo.
Además, los cambios tecnológicos han traído una enorme transformación. Por ejemplo, las redes moldean conductas, construyen patrones de comportamiento y de consumo, y son articuladoras de relaciones sociales en el mundo, además de incentivar que la gente evite búsquedas y referencias en libros o universidades, pues se le facilita “googlear”.
A la transformación del siglo XXI se debe incorporar la pérdida de la biodiversidad y contar con una nueva visión de desarrollo sostenible, pues uno de los escenarios para 2050 es que el nivel del mar aumente, y más de 55 millones de construcciones se vean afectadas por la desaparición de costas, obligando a las poblaciones a moverse hacia zonas más altas.
“Debemos fortalecer la democracia y los cuerpos colegiados para discutir, dialogar y acordar lo necesario para construir un nuevo curso de desarrollo”, concluyó.