El patrimonio es aquello que nos otorga un prestigio, un linaje, de ahí que recuperar y explicarse de dónde venimos es “algo mágico”, reflexionaba en una entrevista María de la Cruz Paillés Hernández (1941-2020), a propósito de la importancia del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), su casa, la cual hoy lamenta el fallecimiento de esta extraordinaria arqueóloga que contribuyó a develar parte del gran pasado de México.
La investigadora de la Dirección de Estudios Arqueológicos, desarrolló una destacada trayectoria gracias a su involucramiento en excavaciones efectuadas en diversas regiones del país; uno de los últimos sitios que estudió fue Las Bocas-Caballo Pintado, en Izúcar de Matamoros, Puebla, donde llevó a cabo temporadas de campo con el apoyo de estudiantes de la Universidad de Las Américas.
En el transcurso de sus investigaciones, la doctora Paillés corroboró que al noroeste del cerro El Teponaztle, particularmente en el paraje conocido como Caballo Pintado, se localizan asentamientos del periodo Preclásico mesoamericano. Por ello, se decidió nombrar al sitio como Las Bocas-Caballo Pintado, siendo una de las pocas aldeas agrícolas del Formativo que aún persisten en el Altiplano Central de México.
Nacida en el aniversario de la Revolución Mexicana, un 20 de noviembre, María de la Cruz Paillés egresó de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, y posteriormente cursó la maestría en Antropología y el doctorado en Historia, en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Tuvo la oportunidad de desempeñarse al frente de los centros regionales del INAH en Chiapas y en Morelos, a finales de los años 70 e inicios de los 90, respectivamente. Además de haber sido la comisaria de varias salas del Museo Nacional de Antropología: Mesoamérica, Orígenes y Oaxaca; y de las colecciones arqueológicas Prehistoria y Mayas, entre otras.
A la par de esta labor institucional, estuvo al frente de proyectos arqueológicos en Chiapas, como el del Pajón, una aldea costera olmeca; en Mango Amate, un sitio protoclásico maya en la ciénega de Lagartero; y en Bonampak.
Su dirección fue indiscutible para lograr la Declaratoria del Centro Histórico de la Ciudad de Cuernavaca, entre 1992 y 1993.
Paillés fue presidenta de la Academia Nacional de Arqueología de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (2003-2017), al igual que del Colegio de Arqueólogos de México (1997-1999), del que además fue fundadora. También fungió como coordinadora Nacional del Comité Científico de Patrimonio Arqueológico del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS México).
Fue miembro de diferentes comités científicos de carácter internacional, dedicados al patrimonio cultural. Asimismo, publicó más de una decena de libros y cerca de 70 artículos. También elaboró distintos guiones museográficos para los museos regionales de Chiapas y de Cuautla, en Morelos, e impartió innumerables conferencias en seminarios y congresos.
Entre los reconocimientos con que fue distinguida están la Legión de Honor Nacional de México, otorgado por el Consejo Directivo Nacional; el grado de Académica de la Academia Nacional de Historia y Geografía; y la presea que le otorgó el Instituto Nacional de Antropología e Historia por la labor desempeñada durante 40 años en la institución, en 2013.