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En el mundo, cada minuto se desechan ocho millones de colillas de cigarro

Colillas en aceras, en las playas, entre los árboles de los bosques o flotando en los ríos; el problema no cesa y cada minuto 8 millones -143.000 por segundo- acaban en la naturaleza impregnando los ecosistemas con más de 7 mil sustancias tóxicas.

A pesar de ser uno de los residuos humanos más abundante a escala mundial, el tirar una colilla al suelo es “algo habitual en la conciencia social”, explica Francisco Belzagui, investigador de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), quien alerta sobre las más de 15 mil fibras de acetato de celulosa presentes en el filtro del tabaco, un polímero sintético obtenido de la celulosa.

“Debemos informar a los fumadores sobre la importancia de arrojarlas a los ceniceros, en lugar de ser meros testigos y cómplices”, dijo.

Cuando las colillas son arrojadas a la calle, la lluvia y el viento suelen transportarlas normalmente a un medio acuático -ríos, lagos, pantano, mar- donde se desprenden miles y miles de fibras con una longitud menor a los 5 milímetros (normalmente alrededor de 0,2 mm) llamadas microfibras.

El gran problema de los filtros usados -aclara Belzagui- es que por un lado liberan los tóxicos del tabaco acumulados, y, por otro, dispersan las microfibras que contienen, y que, debido a su diminuto tamaño, entran en la cadena trófica al ser ingeridas por todo tipo de organismos, al confundirlos con comida.

Estas fibras, procedentes en su mayoría de las colillas y del lavado de ropas sintéticas, una vez que llegan a los océanos, ríos, lagos, e incluso zonas alejadas como el Ártico, no se pueden retirar, ya que es imposible filtrar dichos lugares, lamenta el experto para incidir en que, lo ideal sería no generar el residuo en el inicio.

Belzagui aclara que aunque las colillas desprenden microfibras, la ciudadanía en general no las suele relacionar con la contaminación plástica, y esto es debido a que, entre la sociedad científica, aún no hay una definición precisa y consensuada del significado de microplástico.

Para el investigador, sin embargo, estas microfibras cuentan con todas las características para ser consideradas microplástico: son ubicuas, persistentes, pequeñas y potencialmente peligrosas para los ecosistemas.

Esta ubicuidad de las colillas se pone de manifiesto en las campañas de limpieza realizadas en diferentes playas del mundo, en las que este residuo es el que aparece con mayor frecuencia, incluso por encima de las pajitas y envoltorios de dulces; es un problema “que no cesa”, deplora el investigador.

En este sentido, incide en que tirar una colilla en la calle es un gesto social “prácticamente normalizado”, aunque, sin embargo, confiesa sentirse “esperanzado” tras el anuncio de algunos ayuntamientos españoles de poner en marcha este verano una prueba piloto, que prohíba fumar en la arena y en el agua de las playas.

Es una “buena noticia, son pasos que suman”, aunque lo importante es no tirar las colillas en la calle, señala Belzagui, para recordar que una sola es capaz de contaminar 1.000 litros de agua, y en el mundo actual, “donde el agua es un lujo, no nos podemos permitir esa situación”.

Para intentar acabar con este grave problema, el investigador explica que aplicar el uso de filtros biodegradables en el tabaco, en sustitución de los convencionales, es, en su opinión, “algo relativo y complejo”.

A su juicio, en muchos casos se ha visto que se utiliza mal la palabra “biodegradable”, ya sea por una cuestión de ignorancia o “greenwashing”, y por otro lado, aún quedaría el problema de las sustancias tóxicas que estos filtros transportan al medio ambiente cuando las colillas no son depositadas en un basurero.

Además, ofertar esta opción sería algo parecido a decir a los fumadores “tenéis permiso para tirarlas en la calle” incide el experto, quien apuesta por concentrarlas de forma controlada para su posterior tratamiento e impedir que contaminen el medio ambiente.

Otra solución, aún en estudio, para inmovilizar estos residuos sería el uso de colillas en la elaboración de ladrillos, aunque Francisco Belzagui hace hincapié en informar a los fumadores sobre la importancia de arrojarlas a los ceniceros, en lugar de ser meros “testigos y cómplices” de la situación.

Con información de: El Confiencial

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By  Alcanzando el Conocimiento

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