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Editor de la revista Science acusa a Trump de mentir y causar miles de muertes durante la pandemia

En un artículo publicado este 11 de septiembre, el editor en jefe de la revista Science, H. Holden Thorp, acusó al presidente Donald Trump de causar la pérdida de miles de vidas durante la pandemia, al haber optado por mentirle a la población sobre el riesgo letal asociado a la COVID-19 y haber apostado por la apertura de la economía y de escuelas y universidades, pese a que estaba adecuadamente informado.

En el texto, que se intitula «Trump miente sobre la ciencia», Thorp reconoce que cuando el mandatario comenzó a hablar públicamente sobre la enfermedad, durante los meses de febrero y marzo, «los científicos estaban atónitos por su aparente falta de comprensión de la amenaza» que representaba la desconocida afección y asumieron que sus declaraciones, a menudo carentes de todo fundamento científico, se explicaban por qué había optado por ignorar los reportes de la Casa Blanca sobre lo que ocurría o bien se le protegía «deliberadamente» de la información real, con el objeto de «crear una negación plausible de la inacción federal».

Sin embargo, esta tesis se fue al traste cuando se divulgaron las grabaciones de dos entrevistas que le hiciera Bob Woodward, periodista de The Washington Post en febrero y marzo.

En ellas se escucha a Trump referirse con precisión acerca del potencial peligro mortal que representaba el síndrome respiratorio agudo causado por el nuevo coronavirus y también estar consciente de que la infección se transmite por el aire.

«Mientras minimizaba el virus ante el público, Trump no estaba confundido ni informado de manera inadecuada: le mintió rotundamente, repetidamente, sobre la ciencia al pueblo estadounidense. Estas mentiras desmoralizaron a la comunidad científica y costaron innumerables vidas en los Estados Unidos», señala el científico.

Thorp denuncia que Trump le dijo a Woodward en febrero que él sabía que el COVID-19 –a la que calificó como «algo mortal»– era mucho más letal que la gripe y que se esparcía a través del aire, pero el 9 de marzo escribió en su cuenta de Twitter que «la gripe común» era mucho peor que la afección causada por el SARS-CoV-2, al tiempo que uno de sus asesores económicos y un consejero presidencial aseguraban públicamente que el virus estaba contenido.

Apenas diez días después, recuerda el editor, el presidente estadounidense le confesó a Bob Woodward que no quería hablarle a los ciudadanos sobre el peligro asociado al virus y en su lugar apostaba por «poder minimizarlo siempre», una actuación irresponsable, puesto que, como apunta el experto, «restarle importancia significaba mentir sobre el hecho de que sabía que el país estaba en grave peligro».

Previamente, connotados profesionales sanitarios como Nancy Messonnier, directora del Centro Nacional de Inmunización y Enfermedades Respiratorias, adscrito a los Centros de Control de Enfermedades y el propio Anthony Fauci, acaso el especialista más reputado del mundo en enfermedades infecciosas y asesor presidencial en la materia, advirtieron públicamente de los riesgos de la COVID-19, pero fueron silenciados.

Los partidarios de Trump aseguraron que Fauci y Messonnier «no habían sido amordazados», pero ahora, indica H. Thorp, hay «clara evidencia» registrada en correos electrónicos de que sí lo fueron.

Donald Trump también estaba plenamente al tanto de que el COVID-19 no era una enfermedad que solamente atacaba a personas de la tercera edad y también de que los jóvenes podían morir por su causa.

En la entrevista del 19 de marzo, le dijo a Woodward que «no era solo un asunto de mayores» (…) sino también de «gente joven, de gente plenamente joven» y aún así, insistió en reabrir escuelas y universidades, amparándose en su asesor Scott Atlas, «un neuroradiólogo sin experticia en epidemiología», quien ha apostado por seguir la misma senda «riesgosa y equivocada»: aislar en alguna medida a los ancianos y dejar que el virus circule libremente entre los más jóvenes.

Pero como alerta el editor de Science, «la apertura de universidades y escuelas ha acelerado la propagación del virus y significará un sufrimiento incalculable tanto entre los estudiantes como entre las personas a las que ahora se están propagando el virus».

En aras de protegerse de cualquier posible acusación de sesgos o ataques infundados contra la figura del mandatario, el investigador defendió la actuación histórica de la publicación, que siempre ha alzado la voz contra ideas anticientíficas divulgadas o promovidas desde la Casa Blanca, independientemente del signo político de la administración de turno, aunque reconoce que en este caso el cuestionamiento ha sido indubitablemente más duro, toda vez que «ahora, un presidente de los Estados Unidos ha mentido deliberadamente sobre la ciencia, de una manera que era inminentemente peligrosa para la salud humana y provocó directamente la muerte generalizada de estadounidenses».

En el otro extremo, destaca Thorp, están los trabajadores sanitarios, que «en la primera línea» se han expuesto al virus. Muchos de ellos, en procura del bienestar de otros, han enfermado e incluso algunos han muerto. También están los investigadores que hoy hacen encomiables esfuerzos para encontrar una vacuna o para determinar el origen del SARS-CoV-2 y con ello prevenir futuras pandemias.

Estas personas, «no han visto ninguna cualidad exhibida por su presidente y sus cómplices. Trump no estaba desorientado y no estaba ignorando los informes.(…). Trump mintió, simple y llanamente», concluye la publicación.

By  Alcanzando el Conocimiento

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