Gobierno de Francia condecora al Dr. José Sarukhán con el grado de Caballero en la Legión de Honor

El pasado 19 de junio, la Embajadora Delphine Borione condecoró al Dr. José Sarukhán Kermez, ex rector de la UNAM, con el grado de Caballero en la Legión de Honor, en reconocimiento por su destacada trayectoria al servicio de la ciencia y de la protección de la biodiversidad y de la naturaleza como bien común del planeta.

La Legión de Honor es la máxima distinción que concede el gobierno francés y se otorga a personalidades que han contribuido de manera significativa con Francia y el mundo en campos como la ciencia, la cultura y la política.

A continuación, compartimos el discurso de la Embajadora de Francia en México, Delphine Borione en la Ceremonia de condecoración del Dr. José Sarukhán Kermez, en grado de Caballero en la Orden de la Legión de Honor de la República francesa:

Es un honor muy especial para mí, como Embajadora de Francia en México, hacer entrega hoy de la insignia de Caballero de la Legión de Honor, la más alta distinción que otorga la República Francesa.

Esta condecoración, instituida en mil ochocientos dos (1802), no celebra únicamente los méritos personales de quienes la reciben; reconoce sobre todo el impacto profundo y duradero de su compromiso, su visión y su legado. Y nadie mejor que usted, Doctor Sarukhán, encarna ese espíritu de servicio, de excelencia científica y de defensa incansable del bien común.

Desde sus primeros años en la Ciudad de México, todo parecía conducirle a ese espíritu, y quizá a Francia. Hijo de una familia que huyó de la persecución, usted proviene de una comunidad, la comunidad armenia, que ha dado a nuestro país personalidades notables, desde el famoso cantante Charles Aznavour hasta mi predecesor, el embajador Jean-Pierre Asvazadourian.

Sé que durante sus años de bachillerato desarrolló su interés por la naturaleza y su conservación. Biólogo de formación, ecólogo por convicción, servidor público por responsabilidad ética, usted ha consagrado su vida a comprender y a proteger la extraordinaria riqueza natural de México, y a fomentar una ciencia rigurosa, abierta, útil y comprometida.

Desde sus años de formación en la Facultad de Ciencias de la UNAM, hasta sus estudios de maestría en la Universidad Estatal de Kansas y su doctorado en la University of Wales, Reino Unido, usted ha sabido tejer puentes entre disciplinas, entre saberes, entre continentes.

Usted fue director del Instituto de Biología, luego Coordinador de la Investigación Científica y, más adelante, de mil novecientos ochenta y nueve a mil novecientos noventa y siete (1989–1997), Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, una de las más grandes y prestigiosas del mundo.
Durante su rectorado, impulsó con fuerza la autonomía académica, la internacionalización y el fortalecimiento de la investigación científica. Pero más allá de sus funciones administrativas, su legado se ha plasmado en iniciativas visionarias, como la creación de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) en mil novecientos noventa y dos (1992), que ha sido un modelo a nivel internacional.

Quienes lo conocen saben que usted jamás es definitivo en sus juicios científicos. Todo está en permanente escrutinio, aunque claro que hay convicciones que guían su trabajo: la importancia de la cultura mexicana para la preservación de su riqueza natural, y la contribución de México al bienestar planetario por la biodiversidad que alberga.

Para usted, toda la vida debe respetarse. Dependemos de todos los insectos y las plantas. Cada uno tiene una función indispensable. Usted se entristece y enfurece cuando las leyes ecológicas, tal y como están, no son implementadas. Ha dedicado su vida a enseñarnos que no podemos prescindir de ningún ser vivo y que cuando creemos que podemos hacerlo, empiezan las calamidades: las plagas, las extinciones, las pandemias. Está convencido de que juntos podemos cambiar las desgracias que hemos provocado. Que además es nuestra responsabilidad con nuestros nietos y con las generaciones que seguirán en el mundo después de nosotros. Que los que vivimos hoy no tenemos derecho de destruir lo que nos fue dado, y estamos obligados a encontrar soluciones.

En ese cruce entre ciencia, política pública y cooperación internacional, se anclan sus vínculos más profundos con Francia. Desde hace décadas, usted ha mantenido una relación constante y fecunda con la comunidad científica francesa.

Sus estrechas colaboraciones con investigadores franceses en el campo de la ecología y la botánica, entre ellos científicos del CNRS, del IRD, y de importantes universidades como Paris-Saclay, Aix-Marseille y Montpellier, han dado lugar a publicaciones conjuntas, coloquios internacionales y a una comunidad franco-mexicana de ecólogos que hoy florece.

Usted fue desde el inicio un aliado estratégico en el programa ECOS-Nord, que ha permitido la movilidad de cientos de jóvenes investigadores entre México y Francia. Gracias a su impulso, CONABIO ha mantenido vínculos de alto nivel con el Museo Nacional de Historia Natural de París, con el IRD y con otros actores clave en la conservación de la biodiversidad.

Además, su papel como interlocutor en iniciativas globales —como el Panel Intergubernamental sobre Biodiversidad (IPBES)— ha permitido a México y a Francia caminar juntos en la defensa de los bienes comunes del planeta. En la COP15 de 2022 sobre biodiversidad, el compromiso de proteger el 30% de la tierra y de los océanos para 2030 fue un logro decisivo.

Incluso a nivel del océano, las líneas están empezando a moverse. La conferencia UNOC3 que acaba de celebrarse en Niza ha reiterado el compromiso tanto de Francia como de México en este ámbito. Espero buenas noticias del Senado de México, que se espera ratifique en los próximos días el tratado BBNJ [prononcé à l’anglaise] en favor de la protección de la biodiversidad en altamar.

Por último, permítame ahora salirme, por un momento, del terreno institucional y científico, para rendir homenaje a la persona detrás del investigador.

Usted es, ante todo, un maestro. Enseña todo lo que sabe, pero sobre todo enseña con la vida que lleva. Generaciones de mexicanos han tenido la fortuna de leer sus libros, asistir a sus pláticas y oírlo defender sus ideas.

Como parte de tantas familias refugiadas en México que vienen de todas partes del mundo, usted ha sido testigo de primera mano de que la diversidad de las culturas, así como la diversidad biológica, son indispensables para la supervivencia.

Usted ha sido y sigue siendo un pensador profundo, un intelectual generoso, un defensor inquebrantable del conocimiento como bien público.

Ha defendido la necesidad de una ciencia crítica, independiente, accesible, con una gran claridad ética. Y de esta forma, ha demostrado valores profundamente compartidos con la tradición republicana francesa: el compromiso con la razón, la educación, la libertad de pensamiento, la laicidad.

Con esta distinción, la República Francesa no solo honra su trayectoria; refuerza también un lazo de amistad duradero entre Francia y México. A través de usted, reconocemos a toda una generación de científicos que han construido puentes entre nuestros países, y a una comunidad que ha hecho de la ecología no solo una disciplina, sino una ética de vida.

Estimado doctor Sarukhán,

Francia se enorgullece de contarle entre los suyos. Su ejemplo inspira y compromete. Gracias por su vida al servicio del conocimiento, de la naturaleza y del futuro.

Y ahora, con la autoridad que me confiere el Presidente de la República Francesa, le impongo las insignias de Chevalier de la Légion d’Honneur.

¡Felicidades, y viva la cooperación científica franco-mexicana!

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