Entropía

#8M Mirada al futuro

Por: Bertha Alicia Galindo

Lo que vimos este domingo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer fue algo nunca antes visto. Miles de mujeres salieron a las calles para exigir un alto a la violencia de género.

Lamentablemente la exigencia de justicia de muchas de ellas, una demanda muy legítima y necesaria, se mezcló con otro tipo de expresiones, que fueron en algunos casos lamentables y reprobables, es el caso de los actos vandálicos, las consignas contra un gobierno de izquierda promovidos por movimientos políticos y agresiones hasta entre las mismas mujeres, como lo hizo evidente un video que captó el momento en que una mujer lanzó un petardo a la policía y le quemó las piernas a otra mujer manifestante enfrente de la puerta Mariana de Palacio Nacional.

La marcha fue pacífica, en su mayoría; sin embargo, como se esperaba, hubo grupos que violentaron la manifestación. Mujeres encapuchadas golpearon con marros las vallas que se colocaron en Bellas Artes y en el Monumento a la Revolución, una infructuosa acción que las llevó a vandalizar algunos comercios en el Centro Histórico. Imágenes que te llenan de rechazo y de llevan a decir: Mujeres, compañeras de género, así no!!

Y he aquí que no quiero dejar pasar la oportunidad de dejar en estas líneas mi análisis de las circunstancias:

Antes que nada, qué bueno que ha llegado un momento de despertar de las mujeres, que se ha alzado una voz colectiva para ponerle un alto a la violencia, a los abusos, al acoso, a la discriminación, a la inequidad, a la desigualdad y a la exclusión sólo por el hecho de ser mujeres y no hombres.

Que es momento que el Estado (hablo de décadas atrás, hasta ahora) deje de tener oídos sordos contra actos criminales de lesa humanidad como los feminicidios.

Al hablar de feminicidios hay que recordar que esta es una situación que lleva persistiendo en el país desde hace muchos años. Fue el caso de las Muertas de Juárez, un asunto en el que me tocó colaborar para un medio alemán en 1998 y que hoy la situación persiste y se vive también en otros estados como el Estado de México, Coahuila, Sonora, Tamaulipas, Veracruz, Puebla entre otros.

Pero lamentablemente, protestas como la de hoy sólo causan ruido y la atención mediática por algunas semanas y luego todo queda igual.

¿Por qué aseguro esto? Porque más que protestas y manifestaciones deberíamos analizar en dónde está el nudo, el cuello de botella de la falta de justica.

Todo apunta al Poder Judicial, ahí es dónde los delitos se quedan impunes, dónde los delitos de oficio nunca llegan a un buen puerto, donde se tienen denuncias y es muy sabido que si no tienes “palancas” o pagas a un buen abogado, tu caso no camina, no prospera. Y no todas las víctimas cuentan con el recurso para pagar a un buen abogado.

Esto no es de este sexenio, esto es parte del sistema de hace décadas, la justicia expedita sólo es para algunos casos que tienen “influencias” o para los que tienen o alcanzan mayor notoriedad mediática. Y para prueba un botón es el caso de la joven saxofonista María Elena Ríos, que fue agredida “presuntamente” por su expareja con ácido, un político oaxaqueño y que, al día de hoy, el presunto culpable anda suelto “apoyado” por los “favores” recibidos del gobierno de Oaxaca. Y así hay miles de botones, de historias de este tipo en el país.

Otro asunto que hay que analizar, es que las mujeres no hemos creado comunidad, no nos hemos unido, porque pese a vivir degradaciones, malos tratos y demás, no se ha dado la unión. Pese a que no somos una minoría como si ha ocurrido con otros grupos, como es el caso de la comunidad judía, de la comunidad LGBT y otras, que, al haber padecido históricamente persecución, discriminación y violencia, estas comunidades se unieron y prosperaron en sus derechos. Por lo menos en México, gracias al machismo, a que las mujeres hemos tolerado y soportado estos esquemas y demás, no estamos organizadas, ni políticamente, ni por causas (aunque hay honrosas excepciones, pero son muy pocas) y si no estamos unidas, lo que si surge y persiste, es la rivalidad y la competencia y el poner barreras entre nosotras.

Es entonces que una mujer ve a otra enfrente y en lugar de que sea su partner, por envidias, celos, competencia laboral etc se convierte automáticamente en su enemiga, lo que hace que, a estas fechas, es más probable que en el futuro tuviéramos un presidente gay que una presidenta mujer, porque no apoyamos el liderazgo de otras mujeres. Algo también ganado en algunos casos. Cuando una mujer alcanza un liderazgo, a veces se comporta igual o peor que los hombres con las mismas mujeres, entonces así, ¿cómo van a prosperar y a valer los derechos de las mujeres? ¿Cómo nos van a respetar? ¿Cómo nos van a escuchar?

Otro caso que me ha tocado mirar de cerca. Las mujeres de la ciencia. Mujeres altamente preparadas, con doctorados, se quedan calladas o son sometidas a los abusos de sus pares de la ciencia. Y para muestra está el reciente caso del Dr. Ranulfo Romo que ha sido separado de su cargo. Uno de los doctores en neurociencias más prestigiados de México bajo el cual pesan acusaciones de acoso.

Su separación de la UNAM sienta un antecedente porque estoy segura de que no ha sido el único caso en esa casa de estudios que ha cometido faltas de este tipo, se sabe que este esquema en la comunidad científica, ha sido en algunos casos, parte de los usos y costumbres. Y es ahora, cuando la UNAM, que en los últimos meses ha sido amenazada ante el cierre de escuelas y facultades, por asuntos de violaciones y feminicidios de jóvenes estudiantes, ha tomado, por primera vez, las medidas que se han demandado desde hace meses en contra de circunstancias que se han tolerado por décadas, con el silencio cómplice de muchas autoridades y funcionarios. ¿Es este el fin de la violencia de género en la UNAM? Está por verse, pero como dice el refrán: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.

De regreso al tema de hoy, el problema de alcanzar la equidad y la igualdad, es complejo y no se resuelve con una marcha. La solución debería pasar por una reflexión intensa, en donde las mujeres hagamos equipo y comunidad en todos los ámbitos y no solamente ser compañeras de marcha. La lucha para cambiar asuntos que están mal en el país debe comenzar por organizarnos de manera pacífica y constructiva y no con vandalismos vulgares que en nada construyen.

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